Si uno logra evitar un accidente automovilístico fatal, enfermedades infecciosas, fallos cardíacos, cáncer, suicidio o asesinato -entre otros-, debería poder vivir al menos hasta los 80 o más años. Para entonces, todos los órganos habrán perdido algo de efectividad.
Los riñones no estarán pudiendo filtrar todas las toxinas de la sangre; el corazón no estará bombeando la sangre con la fuerza suficiente para oxigenar las extremidades efectivamente; el sistema digestivo no tendrá el mismo apetito o capacidad que solía tener, etc. Eso hará que uno sea progresivamente más vulnerable.