Embelesados y extasiados por el auge que genera la especulación inmobiliaria; abrumados por la explosión de la crisis especulativa mundial y, posteriormente, absorbidos por la depresión que se auguraba larga y duradera, sobre todo para los más vulnerables; hizo obviar una crisis alimentaria mundial que resquebrajaba lo más básico para la humanidad: la supervivencia.
Los principales organismos internaciones tuvieron que sucumbir ante la evidencia del alza de los precios y constataron una crisis alimentaria mundial. Aunque siendo de múltiples causas: infraestructural, estructural y/o supraestructural. Todos evidencian la realidad pero obvian las soluciones por motivos puramente económicos y empresariales.
El núcleo duro, la base de las causas de esta crisis es “interpretar la alimentación como un negocio, no como un derecho humano,” (Fernández, F.; Duch, G., 2010: 339) ya que algo tan básico como es la alimentación humana no puede quedar a merced de los beneficios empresariales de unos pocos monopolios.
Ni de la mano invisible de Adam Smith, ya que, es sabido, provoca unas asimetrías exageradas entre oferentes y demandantes debido a la preponderancia de poderes.
Por otro lado, una de las causas de la incipiente alza de los alimentos es el incremento exponencial de los agrocombustibles, ya que la producción de tierras destinadas a la producción de comida es utilizada para la producción de combustibles biodegradables, provocando escasez de oferta y exceso de demanda.
En conexión con los desajustes provocados por los agrocombustibles, la especulación en el terreno alimentario es ya algo habitual. El mercado monopolizado hace que trabajen con libre arbitrariedad dentro del ‘mercado de futuros’, es decir, ostenten el poder de controlar con gran facilidad las cosechas a varios años vista y con ello la posibilidad de crear escasez voluntaria para poder justificar el alza de los precios. Con las consecuencias que comporta para las reservas alimentarias.
En conexión con los desajustes provocados por los agrocombustibles, la especulación en el terreno alimentario es ya algo habitual. El mercado monopolizado hace que trabajen con libre arbitrariedad dentro del ‘mercado de futuros’, es decir, ostenten el poder de controlar con gran facilidad las cosechas a varios años vista y con ello la posibilidad de crear escasez voluntaria para poder justificar el alza de los precios. Con las consecuencias que comporta para las reservas alimentarias.
Por estas causas, un futuro nada alentador nos augura que se seguirá incrementando el uso de agrocombustibles y la demanda de cereales en los países emergentes, además, los efectos derivados del cambio climático, harán un caldo de cultivo para que la especulación de las semillas y el posterior ‘land gabbing’ se presenten por doquier.
El acaparamiento de tierras o ‘land gabbing’ es fruto del instinto inherente del capitalismo a la expansión, cuando, a causa de una crisis económica, los mercados se saturan, no pueden obtener más plusvalía y, por lo tanto, han de buscar otros mercados que les posibilite seguir aumentando las ganancias. Todo ello, silenciado para evitar una alarma social que haga de esta crisis una revolución.
Sin más, las grandes multinacionales “con la connivencia de personal del gobierno en los países donde se compran las tierras” (Fernández, F.; Duch, G., 2010: 345) y con la benevolente justificación de la seguridad alimentaria nacional aspiran a acaparar el máximo de tierras posibles, para posteriormente, obtener réditos mayores a costa de provocar unos desastres ecológicos exasperados, sobretodo en países de África y Asia, que a la larga pasaran factura a la población y al medioambiente, ya que su utilización requiere un alto contenido en recursos hídricos con el terrible impacto que supone para tierras carentes de este bien tan preciado.
“Ante la pregunta relativa a cuántos seres humanos puede mantener razonablemente el planeta tierra hay que responder con un depende.” (Taibo, C., 2011) Pues un oxímoron tan evidente como vivir en un mundo de abundancia alimenticia y que haya “1000 millones de personas […] que sufren hambre” (Fernández, F.; Duch, G., 2010: 348) es un claro ejemplo paradójico que hace ver que el problema del hambre se está abordando de manera distorsionada, pues los monopolios alimenticios no quieren perder preponderancia.
La paradoja alimentaria esconde el trasfondo de la cuestión: la falta de control y acceso a los recursos productivos.
Por un lado, los que sufren hambre padecen esa falta de control y acceso, ya que casi toda la cadena productiva está en manos de unos pocos; quedando luego a merced ‘de lo tomas o lo dejas’. Aunque se venda que la falta de recursos, malas cosechas y/o causas medioambientales es el problema. Estamos un mundo donde “estamos produciendo alimentos suficientes para el doble de las personas que vivimos en este planeta.” (Fernández, F.; Duch, G., 2010: 348)
Por un lado, los que sufren hambre padecen esa falta de control y acceso, ya que casi toda la cadena productiva está en manos de unos pocos; quedando luego a merced ‘de lo tomas o lo dejas’. Aunque se venda que la falta de recursos, malas cosechas y/o causas medioambientales es el problema. Estamos un mundo donde “estamos produciendo alimentos suficientes para el doble de las personas que vivimos en este planeta.” (Fernández, F.; Duch, G., 2010: 348)
Por otro lado, la obesidad, aunque parezca que sea un exceso de control y acceso a los alimentos, esconde el mismo problema. Pues el campesinado vende todos sus productos a las multinacionales para que luego éstas nos ofrezcan “barato, accesible, omnipresente y de dudosa calidad nutritiva” (Fernández, F.; Duch, G., 2010: 349) los ingredientes para favorecer esta enfermedad.
Para finalmente ocasionando que “no acabamos teniendo aquello que necesitamos: acabamos necesitando lo que tenemos,” (Günther Andres) ya que es más barato comprar sus productos que vender los suyos propios.
Ante estas causas tan evidentes de la crisis alimentaria, sería conveniente exponer una seria de medidas que años tras años los poderes fácticos tienden a ejecutar como posibles soluciones a la crisis.
Por un lado, los mercado no resolverán los problemas de fondo, pues “¡Los mercados des-regulados son una parte crucial del problema!”, (Fernández, F.; Duch, G., 2010: 352) ya que son los principales responsables de la falta de control sobre los grandes agentes, además de la ausencia de un control efectivo por parte de los estados.
Por un lado, los mercado no resolverán los problemas de fondo, pues “¡Los mercados des-regulados son una parte crucial del problema!”, (Fernández, F.; Duch, G., 2010: 352) ya que son los principales responsables de la falta de control sobre los grandes agentes, además de la ausencia de un control efectivo por parte de los estados.
Por otro lado, los agricultores no se benefician del alza de los precios, ya que éstos se encuentran de manera oligopsónica frente a los monopolios, quedando a merced de sus precios, con lo cual, una vez vendido a éstos fijaran unos precios doblemente superiores, gracias a la superioridad que poseen en el mercado.
Ante este panorama los dos autores plantean una seria de soluciones que podrían erradicar el hambre en el mundo o, si más no, redistribuir la desigualdad alimentaria, ya que recordando la máxima de Gandhi “el mundo tiene suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no la codicia de todos.”
Primeramente, la primera medida sería que los países recuperaren la soberanía alimentaria, de manera que sean los propios estados quienes gestionen y garanticen la alimentación de sus conciudadanos evitando así la arbitrariedad de las multinacionales.
Para corregir la crisis alimentaria, contamos con las organizaciones, que nos da las pautas. Potenciar unas políticas agrarias y presupuestarias para los productos locales y así hacer a los países más autónomos e independientes en un mercado tan globalizado.
Para estabilizar los precios, sería conveniente eliminar los máximos intermediarios posibles, potenciando así la venta directa por parte del campesinado, además de establecer una reserva de seguridad que garantice las malas cosechas por cambios climáticos y/o catástrofes naturales.
A nivel internacional, los países deberían tener la potestad de controlar libremente el comercio mundial, es decir, un proteccionismo que garantice la pervivencia de sus productos autóctonos. Como también una limitación de las compañías multinacionales para evitar que gocen de un poder monopolístico.
Finalmente y rotundamente, los agrocombustibles son inaceptables, en cuanto a los problemas que ocasiona, ya que es una energía totalmente prescindible, pues hay otras energías mucho más sostenibles para el medio ambiente que haría reducir considerablemente la huella ecológica.
BIBLIOGRAFÍA
TAIBO, C. (2011) Decrecimiento y demografía. El decrecimiento explicado con sencillez. Madrid: Libros de la Catarata, 2011, p. 66.
FERNÁNDEZ, F.; DUCH, G. (2010) El terremoto alimentario. Causas de la crisis alimentaria y tendencias de futuro.
Fuente: lavozdelmuro.net
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