Antes y después de romper el huevo, Foto
Heidi y Hans-Jürgen Koch
Heidi y Hans-Jürgen Koch
La mayoría de los seres vivos comienzan su vida rompiendo un huevo: aves
y reptiles, peces e insectos, estrellas de mar y cangrejos, arañas y
gusanos. Primero fueron los huevos de agua; luego, los de tierra. Y
hasta los dinosaurios tuvieron que romper uno para vivir... Los biólogos
calculan que hay hasta cuatro mil veces más especies que traen al mundo
a su descendencia dentro de un huevo que especies que no lo hacen. ¿Un
indicio de que el huevo fue antes que la gallina...?
La reproducción de una especie a través del huevo está muy
extendida en la fauna y adopta muchas variantes. Un mejillón, por
ejemplo, libera en el mar hasta 12 millones de diminutos huevos en 15
minutos; la cucaracha produce un paquete de un centímetro con 56
unidades, que arrastra un tiempo, mientras que el avestruz deposita ocho
huevos de hasta un kilo y medio cada uno en un nido excavado en la
tierra.
Igual de variados son los propios huevos. Los de peces y
anfibios solo están rodeados por una cubierta gelatinosa, pues necesitan
un biotopo húmedo y ser depositados en el agua para que no se sequen.
Otras especies lograron colonizar la tierra gracias a un hito en la
evolución: el desarrollo de la cáscara de cal para el huevo, estrategia
que siguen todas las aves. Esta cubierta permite a los embriones seguir
madurando en un medio húmedo a salvo del entorno seco, y al conjunto de
la especie que las nuevas generaciones nazcan lejos del agua.
Muy
cuidadosas en este aspecto son también las hormigas. Las obreras lamen y
humedecen constantemente los huevos con saliva para evitar que se
sequen. En cambio, otras especies deben asegurar un calor continuo. La
mayoría se vale del sol, como algunas tortugas marinas, que entierran su
puesta en las zonas más caldeadas.
Sin embargo, la fuente de
calor más segura es la del propio cuerpo: la pitón real, serpiente de
las regiones tropicales de África, se enrolla como un turbante en torno a
su puesta y contrae continuamente sus músculos durante varias semanas
para aumentar la temperatura.
Mirlos, águilas, gallinas, patos o
cigüeñas también pasan muchos días calentando sus huevos; en la mayor
parte de las especies, el macho y la hembra de la pareja se turnan para
evitar choques térmicos durante las semanas de empolle, circunstancia
que tendría consecuencias fatales.
Por lo general, los genes
determinan el sexo de las crías, pero en algunos casos lo marca la
temperatura a la que ha estado sometido el huevo. Eso ocurre con muchos
reptiles y anfibios, como el cocodrilo de agua salada australiano. A más
de 34 ºC nacen machos, por debajo de 30 ºC, hembras; entre ambas
temperaturas, la misma cantidad de unos y otras. Por eso los biólogos
están convencidos de que el calor actúa sobre los genes que determinan
el futuro sexo del embrión. Un estudio del Instituto Oceanográfico de
Barcelona ha demostrado que unas temperaturas elevadas también provocan
el nacimiento de un mayor número de machos en más de 40 especies de
peces. Estas especies se enfrentarían a un serio problema reproductivo
si el mar sigue aumentando su temperatura.
La comunicación con y
desde el huevo en la gestación solo es posible en algunas especies. Las
crías del pelícano blanco norteamericano avisan a sus padres a graznidos
si tienen frío o calor: el progenitor entonces recoloca los huevos. Las
crías de cocodrilo también emiten sonidos, una especie de 'ump-ump',
antes de romper el huevo para pedir a su madre que destape la puesta,
antes cubierta con plantas. Además, se ha descubierto ya, esos sonidos
sincronizan a su vez el momento de la salida. Hacerlo en simultáneo
permite que las crías, al ser muchas, estén más seguras ante los
depredadores.
Por E. Font
Fuente: http://www.finanzas.com/xl-semanal/conocer/20121118/antes-despues-romper-huevo-4075.html
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