jueves, 6 de diciembre de 2012

Instantes Presentes, de Pasado y Tradición




Autor: Cony Pedraza
Querétaro, Querétaro, México
         Acudí al llamado igual día, igual noche, vestida con atuendo blanco como símbolo de pureza y luz. Año mexicano 11 Conejo o Mahtlaktlihuan ce,  en la cuenta tolteca del tiempo, año regido por el viento del sur; a visitar al “agüelito” (viejo y sabio en náhuatl), o tepelloyotl (corazón de  la montaña) en el valle sagrado de Bernal.


        En la explanada de las aguas danzantes, en la base de la peña, cientos de personas observamos el inicio del Ritual  Conchero. Herencia que tomaron los danzantes,  hombres y mujeres, de una familia en el Cerro de Sangre mal, al pie de la tierra en Santiago de  Querétaro y de la cual nos hacían participes, compartiendo un legado prehispánico de color, movimiento y sabiduría ancestral.

        Fuimos sumergidos por  instantes en la magia y misterio provocados por el sonido largo, sereno e imponente del caracol, con el que Guerreros y Mujeres de fuego inician saludando  los 4 puntos cardinales. Pidiendo el permiso a Dios para iniciar la danza, para conquistar. Limpiando con el humo y el olor del incienso el pasado, bendiciendo así el altar central dispuesto de manera organizada. En el que los símbolos cobran vida, gracias al significado especifico de cada uno de ellos.
      Acompañados de sonajas, tambores chamanicos, conchas, huehuetl, la danza armoniza con  la madre tierra, agradece al creador, sana y reunifica fuerza en esa guerra florida de flor y canto; en una liberación de  la mente y el tiempo, con nosotros como testigos.
      Portadores de un legado, comprometidos con la historia, entonando la alabanza conchera, orgullosos de su canto y humildes ante “El es Dios”, purificándose de inquietudes mundanas cantan al unísono:
“Recibe este canto Señor,
Escucha el canto de mi corazón.
Enjuga las lágrimas,
Lagrimas de sangre
Y torna este llanto
En dicha y amor”…
      Y en medio del suave viento que acaricia nuestro rostro, recordamos  al último gran tlatoani, a Cuatemocty, “el abuelo joven”, -así llamado por el poeta Ramón López Velarde-, último emperador mexica y a su vez, al verdadero tesoro de Moctezuma que quizá, es el más alto objetivo del danzante: la fusión impersonal y la comunicación espiritual con el Gran espíritu, por medio de su disciplina, amor y sacrificio personal (1). 
      El tiempo detiene su marcha ante la invocación de nuestro pasado, con la imagen de la imponente Peña de Bernal como telón de fondo. El capitán de la mesa de concheros  nos recuerda , pronunciando su discurso fuerte, libre, a los cuatro vientos: Hermanarnos como mexicanos, liberarnos de aquello que nos divide y que por consiguiente nos aniquila, cuidar de nuestra Tierra, dejar de luchar contra nuestro enemigo –miedo- y conocernos. Que nuestro primer pensamiento de cada día sea para nuestro Dios Creador, convirtiendo ese primer minuto en nosotros mismos, preparándonos así, para la batalla de cada día.
Así como llegaron en formación de dos hileras, se retiraron entonando alabancitas, acompañados por el sonido de sonajas, con la frente en alto al haber cumplido  su objetivo, dejándonos atrás de su peregrinaje, quizá habiendo cumplido  el nuestro también… muchos cargados de la luz del sol, otros contemplando el panorama espectacular desde la cima de la peña, sentados en una de sus piedras o  compartiendo  un alegre momento con  seres queridos,  huyendo de la cotidianidad y otros, pensando en que, un día miraremos, lo que tengamos que mirar, entenderemos, lo que tengamos que entender, escucharemos lo que tengamos que escuchar… para llegar a hablar lo que tengamos que decir.
Y como bellamente el Rey poeta expresaba,
Por fin lo comprende mi corazón:
Escucho un canto,
Contemplo una flor…
¡Ojala no se marchiten”
                                                                                  Netzahualcóyotl. (2

(1)   Nasdat.com/índex
(2)   Fragmento de Netzahualcóyotl. Traducción Prof. Ángel María Garibay K.

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