Autor: Cony Pedraza
Querétaro, Querétaro, México
Acudí al llamado igual día, igual noche, vestida con
atuendo blanco como símbolo de pureza y luz. Año mexicano 11 Conejo o Mahtlaktlihuan ce, en la cuenta tolteca del tiempo, año regido
por el viento del sur; a visitar al “agüelito”
(viejo y sabio en náhuatl), o tepelloyotl
(corazón de la montaña) en el valle
sagrado de Bernal.
En la explanada de las aguas danzantes, en la base de la
peña, cientos de personas observamos el inicio del Ritual Conchero. Herencia
que tomaron los danzantes, hombres y
mujeres, de una familia en el Cerro de Sangre mal, al pie de la tierra en
Santiago de Querétaro y de la cual nos
hacían participes, compartiendo un legado prehispánico de color, movimiento y
sabiduría ancestral.
Fuimos sumergidos por instantes en la magia y misterio provocados
por el sonido largo, sereno e imponente del caracol, con el que Guerreros y Mujeres de fuego inician
saludando los 4 puntos cardinales. Pidiendo
el permiso a Dios para iniciar la danza, para conquistar. Limpiando con el humo
y el olor del incienso el pasado, bendiciendo así el altar central dispuesto de
manera organizada. En el que los símbolos cobran vida, gracias al significado
especifico de cada uno de ellos.
Acompañados de sonajas, tambores chamanicos, conchas, huehuetl, la danza armoniza con la madre tierra, agradece al creador, sana y
reunifica fuerza en esa guerra florida de flor y canto; en una liberación de la mente y el tiempo, con nosotros como
testigos.
Portadores de un legado, comprometidos con la historia,
entonando la alabanza conchera, orgullosos de su canto y humildes ante “El es Dios”, purificándose de
inquietudes mundanas cantan al unísono:
“Recibe
este canto Señor,
Escucha
el canto de mi corazón.
Enjuga
las lágrimas,
Lagrimas
de sangre
Y torna
este llanto
En dicha
y amor”…
Y en medio del suave viento que acaricia nuestro rostro,
recordamos al último gran tlatoani, a Cuatemocty, “el abuelo joven”, -así
llamado por el poeta Ramón López Velarde-, último emperador mexica y a su vez,
al verdadero tesoro de Moctezuma que quizá, es el más alto objetivo del
danzante: la fusión impersonal y la comunicación espiritual con el Gran
espíritu, por medio de su disciplina, amor y sacrificio personal (1).
El tiempo
detiene su marcha ante la invocación de nuestro pasado, con la imagen de la imponente Peña de Bernal
como telón de fondo. El capitán de la mesa de concheros nos
recuerda , pronunciando su discurso fuerte, libre, a los cuatro vientos:
Hermanarnos como mexicanos, liberarnos de aquello que nos divide y que por
consiguiente nos aniquila, cuidar de nuestra Tierra, dejar de luchar contra
nuestro enemigo –miedo- y conocernos. Que nuestro primer pensamiento de cada
día sea para nuestro Dios Creador, convirtiendo
ese primer minuto en nosotros mismos, preparándonos así, para la batalla de
cada día.
Así como llegaron en formación de dos
hileras, se retiraron entonando alabancitas,
acompañados por el sonido de sonajas, con la frente en alto al haber cumplido su objetivo, dejándonos atrás de su peregrinaje,
quizá habiendo cumplido el nuestro
también… muchos cargados de la luz del sol, otros contemplando el panorama
espectacular desde la cima de la peña, sentados en una de sus piedras o compartiendo
un alegre momento con seres
queridos, huyendo de la cotidianidad y
otros, pensando en que, un día miraremos,
lo que tengamos que mirar, entenderemos, lo que tengamos que entender,
escucharemos lo que tengamos que escuchar… para llegar a hablar lo que tengamos
que decir.
Y como bellamente el Rey poeta expresaba,
Por fin
lo comprende mi corazón:
Escucho
un canto,
Contemplo
una flor…
¡Ojala
no se marchiten”
Netzahualcóyotl. (2
(1) Nasdat.com/índex
(2) Fragmento de Netzahualcóyotl. Traducción Prof. Ángel
María Garibay K.
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