Por qué no resignificar la Navidad y el Año Nuevo para apropiarnos del modo en que nos gustaría pasarlo según nuestro propio deseo? Estás a tiempo: piensa y decide.
Cuando se acercan las fiestas de fin de año la sensibilidad se pone a flor de piel. Y es frecuente que afloren problemáticas que permanecen latentes el resto del año.
Es una época en la que se cierran ciclos y se hacen balances, lo cual nos confronta con lo que se termina, con lo no resuelto y, también, con el recuerdo de quienes, por diversas razones, ya no están en nuestras vidas.
Todo se tiñe de un sabor agridulce. Detrás del pretendido regocijo subyace un sutil dejo de melancolía.
En el imaginario social, la Navidad y Año Nuevo están asociados a la unión, el júbilo y el encuentro con los otros. Por eso, la soledad, los conflictos familiares y otros sentimientos negativos provocan un malestar mayor que en otros momentos del año.