PorJulían Díez y Ana Tagarro
Tiene más títulos que Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona, los otros
reyes del fútbol con quienes se puede comparar. Acaba de batir el récord
de goles marcados en un año natural, va camino de ganar el cuarto Balón
de Oro... y solo tiene 25 años. Messi es excepcional en el campo, «de
otro planeta», como repiten sus compañeros, pero es difícil saber cómo
es fuera de él. El argentino apenas habla. Por eso hemos mirado a su
alrededor. Así lo ven quienes mejor lo conocen.
El jugador acaba de prorrogar su contrato con el Barça hasta 2018
por 15 millones de euros netos al año. Además están sus ingresos
publicitarios, que rondan los 20 millones.
Leo Messi rueda un anuncio. Hace lo que se le dice, pero su
expresión deja claro que espera que la sesión acabe cuanto antes. En un
momento dado, el director del 'spot' le pide que dispare a puerta desde
unos veinte metros de distancia para que lo recoja la cámara que está
sujeta en el ángulo derecho de la portería. El tiro no parece fácil. El
director le pregunta si será capaz de hacerlo. Y ahí es donde se
equivoca. Messi lo mira, toma carrera y chuta. Se oye un ruido de
metales y cristales rotos. Messi ha hecho volar la cámara de un
pelotazo. Hay risas en el set. El director manda repetir la escena:
«Ahora, por favor, apúntale a la cámara. Pero no le pegues». Messi se
ríe por lo bajo. No le gusta que confundan al futbolista genial con el
chico que parece frágil fuera del campo.
Messi, dentro del campo,
es otro. Normalmente, los futbolistas se parecen dentro y fuera de la
cancha: la chulería de Cristiano, la elegancia de Zidane, la picardía de
Ronaldinho, el descaro de Maradona... Pero Messi, no. Él es distinto
dentro y fuera. Lo confirma Leonardo Faccio, que ha tenido un acceso
insólito al jugador y su entorno para escribir su biografía. Ningún
amigo habla del astro sin consultarle, pero Messi se lo permitió a él.
Lo que prueba, dice, que no es tan desconfiado como parece y que es
bastante más listo de lo que muchos creen
«Es muy inteligente.
Pero tiene otro tipo de inteligencia -afirma Faccio-. Es intuitivo. Con
las palabras no se siente cómodo, pero en el mundo de la acción es
brillante. Alguien que es capaz de reaccionar como hace él en milésimas
de segundo, que tiene esa capacidad para la anticipación, que es capaz
de 'fabricar' una jugada, no puede no ser inteligente».
«Pero
mientras en el campo es improvisador, en el plano personal recurre
siempre a la seguridad, a su familia, a lo conocido -prosigue-. Fuera
del campo lo que más le gusta es dormir. No perdona la siesta. De dos o
tres horas. Lo hace para recuperar fuerzas, pero sobre todo porque no le
apetece hacer otra cosa. Se aburre con casi todo lo que no sea fútbol;
nunca acaba de ver las series y hasta de los videojuegos se cansa. Tiene
éxito con las mujeres. Siempre lo tuvo, según dicen sus amigos. A
Antonella la conoce desde que tienen 4 o 5 años. Messi dice que siempre
se gustaron, pero no empezaron una relación hasta que tenía 16 o 17
años. No ha tenido otra novia formal». «Las mujeres fueron y son
fundamentales en su vida -confirma Faccio-. Su abuela (a la que dedica
los goles) y su madre (a la que lleva tatuada) son determinantes. Y
ahora está Antonella. En ellas busca refugio y él se refugia siempre en
la infancia».
Es vanidoso, pero sin estridencias. «No le gusta
que las marcas de sus ropas sean muy visibles, pero aprecia los perfumes
dice. Sus amigos coinciden en que Messi siempre huele bien. Un perfume
es siempre un buen regalo».
¿Adónde puede llegar? «No tiene un
techo. Construyó su identidad en torno al fútbol. No creo que su
aspiración sea batir récords, sino jugar. Por supuesto tiene ambición
ganadora, pero es que el fútbol es su vida. Le da las mayores alegrías y
las mayores tristezas. Sigue llorando cuando pierde y quiere jugar
todos los partidos. Como cualquier niño», concluye su biógrafo.
Compartí
habitación con Messi en el Mundial de Sudáfrica. Hubo dos días que vi a
Leo un poco nervioso. Fue antes del primer partido con Grecia, cuando
Maradona le ofreció el brazalete de capitán. Pero no era la
responsabilidad del liderazgo lo que lo incomodaba; lo que lo desvelaba
era que tenía que dar un discurso ante sus compañeros. Dos días estuvo
pensando qué contar. '¿Qué digo?', me preguntaba. Yo le dije: 'Decí lo
que sentís y te va a salir solo'. Dijo algo, pero se trabó porque no
sabía cómo seguir. Contó que estaba muy nervioso. Y salimos a la cancha.
Él es así. Antes de un partido es solo un chico sentado en un rincón.
No se venda. No usa tobilleras. Un partido del mundial lo juega como si
jugara con los amigos del pueblo».
Unos socios míos en Argentina
vieron a Leo con 11 años. Me dijeron que era muy, muy bueno y que quería
venir aquí, a España, pero había que buscar un equipo con unas
características determinadas: una ciudad en la que pudiera seguir el
tratamiento para el crecimiento, que era caro y era lo que motivaba su
traslado, y, además, donde el padre pudiera tener trabajo -rememora
Gaggioli-. Hicimos alguna llamada al Real Madrid y el Atlético, pero no
se concretó nada, y finalmente cerramos la cita con el Barcelona. Cuando
vi a Leo bajar del avión, me quedé con la boca abierta: pensé que me
había metido en un lío realizando tantas gestiones para que vieran a un
muchacho tan bajito y delgado.
Tardaron diez días en hacerle la prueba porque Charly Rexach estaba de viaje. Cuando empezó el partidillo que le montaron, ¡Rexach se fue a los diez minutos! Yo pensé que no la había pasado. Pero al día siguiente me dijo que necesitaba ver más y organizaron otro partido. Fue tremendo. Fabián Soldini, que lo había entrenado allá, estaba con él. Solo le dijo: «Leo, haz lo que sabes. Coges el balón, no pases a nadie, y hasta la portería». Jugaba con chicos hasta dos años mayores que él, pero metió cinco goles y puso dos al poste. Tenía algo especial. Ahora bien, nadie pensó que podría llegar adonde ha llegado. ¿Por qué ha ocurrido? Es el único de los grandes futbolistas de la historia que ha pasado por una escuela de formación como La Masía, y eso le da un plus. Por otra parte, como el propio Leo ha reconocido, juega junto con nueve campeones del mundo. Eso es algo extraordinario. Creo que puede pulverizar todos los récords, salvo quizá el de goles en toda su carrera. Es difícil que supere los 1200 de Pelé. Aunque, quién sabe, parece capaz de todo».
Tardaron diez días en hacerle la prueba porque Charly Rexach estaba de viaje. Cuando empezó el partidillo que le montaron, ¡Rexach se fue a los diez minutos! Yo pensé que no la había pasado. Pero al día siguiente me dijo que necesitaba ver más y organizaron otro partido. Fue tremendo. Fabián Soldini, que lo había entrenado allá, estaba con él. Solo le dijo: «Leo, haz lo que sabes. Coges el balón, no pases a nadie, y hasta la portería». Jugaba con chicos hasta dos años mayores que él, pero metió cinco goles y puso dos al poste. Tenía algo especial. Ahora bien, nadie pensó que podría llegar adonde ha llegado. ¿Por qué ha ocurrido? Es el único de los grandes futbolistas de la historia que ha pasado por una escuela de formación como La Masía, y eso le da un plus. Por otra parte, como el propio Leo ha reconocido, juega junto con nueve campeones del mundo. Eso es algo extraordinario. Creo que puede pulverizar todos los récords, salvo quizá el de goles en toda su carrera. Es difícil que supere los 1200 de Pelé. Aunque, quién sabe, parece capaz de todo».
Fuente: http://www.finanzas.com/xl-semanal/magazine/20121230/desmontando-messi-4395.html
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