A los mayores se les toca poco y mucho menos con ternura
Por Carlota Fominaya
Muchos hemos oído hablar de casos, aparentemente milagrosos, de ancianos postrados durante bastante tiempo en sus camas, desconectados del entorno, en estado prácticamente vegetativo, que han vuelto a conectarse con la vida gracias a persistentes caricias tiernas y susurros de palabras dulces.
A la vista de estos hechos queda patente la importancia del contacto físico para la salud tanto física como mental de las personas, máxime si estas son mayores. Como explica Paulino Castells, psiquiatra de familia, profesor de psicología de la Universidad Abat Oliba CEU, de Barcelona. «Si alguien en este mundo agradece más las caricias es, sin lugar a dudas, la persona anciana», confirma este especialista, autor del libro «Queridos abuelos» (Planeta), título que acaba de volver al mercado en una nueva edición de bolsillo.
Y a los ancianos, advierte, «se les toca poco y mucho menos con ternura». «Parece que de repelús acariciar a un viejecito, que nos repugne el roce con su cuerpo, la visión de sus arrugas, su piel reseca y marchita...».
Pero, recuerda Castells, no debemos olvidar que la piel es «el órgano más profundo del cuerpo, porque en él afloran todas nuestras emociones y preocupaciones más íntimas., nuestra frontera con el mundo exterior, posee las más exquisitas terminaciones nerviosas (junto con las de las mucosas, que son la continuidad de la piel y recubren nuestros recovecos corporales, como los labios y la boca, cuando besamos con pasión) y que ellas están ansiosas de transmitir sensaciones placenteras. Solo hace falta que alguien las active».
En la vejez, concluye Castells, los sentidos de la vista y del oído pierden importancia en beneficio del tacto. «La piel se vuelve, quizá más que nunca, un lugar de comunicación y placer».
Fuente: http://www.abc.es/familia/20130123/abci-acariciar-abuelito-201301111345.html
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