(Foto: Daniel Méndez)
Tiene un olfato tan privilegiado que es capaz de detectar no solo si un
paciente humano padece tuberculosis, sino también dónde se encuentran
enterradas las mortíferas minas anti-personas. Como ella, más de
trescientas compañeras están siendo entrenadas en Tanzania para cumplir
su misión. Descubrimos cómo la idea de un ingeniero y monje budista
belga ha dado la vuelta al mundo.
Antes de guardar a Rasoul en su jaula, después de una
jornada de trabajo en el laboratorio, Peter deja que esta rata gigante
(una Cricetomys gambianus) corretee entre sus brazos. «A ellas les
encanta este juego», dice sin dejar de moverse para mayor divertimento
del animal.
Peter Luanda es supervisor de entrenamiento de
roedores en Apopo, una organización no gubernamental nacida en Bélgica
cuyo centro de operaciones está en el campus de la Universidad de
Agricultura de Sokoine, en Morogoro (Tanzania). Rasoul es solo una de
las varias decenas de ratas que han completado su formación para la
detección de la bacteria de la tuberculosis en muestras de saliva,
gracias a su refinado olfato.
Según un estudio publicado en la revista
Tanzania Journal of Health Research, en 2010 las ratas de Apopo
examinaron muestras de saliva de más de 12.000 pacientes. Los esputos ya
habían pasado por el microscopio, pero estos pequeños gigantes
detectaron 716 nuevos casos que el laboratorio había dejado escapar.
Estos roedores incrementaron el número de casos diagnosticados en más de
un 40 por ciento.
La detección de la tuberculosis, con todo, es
solo la mitad de lo que hacen. La rata gigante de Gambia -así se conoce
también a esta especie, aunque en Apopo prefieren llamarla hero rat
('rata héroe'), a secas- tiene otra manera de salvar vidas: detectando
minas anti-personas.
En el vecino Mozambique, plagado de minas desde la
guerra civil que asoló el país entre 1977 y 1992, han limpiado ya más de
dos millones de metros cuadrados de terreno. Y siguen trabajando para
devolver a la población una tierra que, ante la amenaza de la explosión
letal, ha permanecido inutilizada durante lustros. Pronto empezarán a
trabajar también en Angola, hasta donde ya se ha desplazado un primer
comando de estas pequeñas heroínas.
¿Cómo detectan las minas? Una
vez más: gracias a su privilegiado olfato, casi igual de hipersensible
que el de los perros, utilizados también con éxito en estas tareas. Pero
estas ratas, por ser una especie autóctona del África subsahariana,
cuentan a su vez con otras ventajas. Su organismo está protegido de las
enfermedades tropicales que afectan a las personas o animales que llegan
de otras latitudes. Y no solo en África; también en Tailandia han
demostrado su eficacia en la detección de minas. Por otro lado, pese a
ser una especie especialmente grande comparada con otros roedores -mide
hasta 90 centímetros-, no suele pesar más de los cinco kilos necesarios
para activar una mina anti-persona.
Otra ventaja: a diferencia de
los perros, no desarrollan un vínculo emocional con su entrenador.
Juegan a gusto con Peter o con cualquier instructor y, al detectar lo
que buscan, corren hasta quien trabaja con ellas para cobrar su
recompensa (un trozo de plátano, un cacahuete o cualquier golosina),
pero no porque hayan desarrollado emociones de empatía con su
instructor, sino por pura supervivencia.
A las cuatro semanas de vida,
estas ratas son separadas de sus madres para iniciar un proceso de
aclimatación a la presencia humana. Agotada esta fase inicial, cada rata
se especializa en detección de la tuberculosis o de TNT.
En
ambos casos, el proceso de entrenamiento es similar. El roedor aprende a
indicar al entrenador que ha olfateado lo que buscan. En tierra, lo
hace arañando la superficie con sus pequeñas patas; en el laboratorio,
basta con detenerse durante cinco segundos ante la muestra contaminada.
Cuando lo hace, su instructor activa un mecanismo que suena: un clic y
la rata corre hasta él a por su trozo de comida.
Actualmente, Apopo cuenta con unos 300 ejemplares en distintas fases de
entrenamiento. Las últimas ratas en llegar han sido dos pequeñas
gemelas, hijas de Obama y Shana, a su vez descendientes de los primeros
ejemplares capturados cuando el proyecto se puso en marcha en 2000. No
hubo que buscar muy lejos: armados con jaulas especiales para cazar al
animal con vida, los técnicos de Apopo recorrieron los alrededores de
Morogoro -la ciudad en que se encuentra el campus- y las faldas de los
montes Uluguru.
Bart Weetjens con una "Rata-Héroe" sobre su hombro (Foto: APOPO)
Todo fue idea de Bart Weetjens, un ingeniero y monje
budista belga, amante de los roedores desde que le regalaron un hámster a
los 9 años. Un día, estudiando el problema de las minas anti-personas en
África, vio que casi todos los métodos eran demasiado caros y exigían
un alto desarrollo tecnológico. «Las ratas pueden hacerlo», pensó. Y
comenzó sus pruebas.
Pronto vio que su método era viable y más barato:
el proceso de entrenamiento de cada rata, incluyendo el salario del
personal, ronda los 3000 euros. Su crianza es muy económica, y su
esperanza de vida, de 8 años, durante los cuales salvarán vidas. Se
calcula que hay 55 millones de minas sin explotar repartidas en más de
80 países. Si estas ratas-héroes se desplazasen hasta estas zonas,
reducirían en mucho el riesgo de los habitantes de volar en pedazos. Su
eficacia está demostrada.
Una brigada de 'héroes' al servicio del hombre
HALCONES DEPORTIVOS: Los
campos de fútbol de hierba atraen a palomas y otras aves que, al anidar
en ellos, los estropean. Para ahuyentarlas se usan halcones. Estas
rapaces también 'trabajan' en los aeropuertos alejando las aves que
revolotean por las pistas.
DELFINES ANTIMINAS: Capaces de
detectar esferas de metal de 7 cm de diámetro a más de 112 m de
profundidad, los delfines son los perfectos detectores de minas en el
agua. La Marina de EE.UU. cuenta con una 'brigada' de 75 que, cuando
hallan una mina, dejan caer a su lado un transmisor, rastreable por los
buzos.
CUCARACHAS DE RESCATE: Capaces de alcanzar cualquier
recoveco, las cucarachas se usan para localizar víctimas en los seísmos.
Armadas con microchips que vigilan sus movimientos, estos permiten
recabar datos sobre la presencia de supervivientes en los escombros.
BUITRES 'COLOCADOS': Tras una fuga de gas natural que en 1937 mató a
300 niños en una escuela de Texas, las suministradoras decidieron añadir
etanotiol al gas, un componente de un fuerte olor que alerta de
escapes. A los buitres les atrae ese aroma, lo que los ha convertido en
hábiles detectores de fugas en zonas industriales.
Por Daniel Méndez el 30.12.2012
Fuente: http://www.finanzas.com/xl-semanal/conocer/20121230/esta-rata-heroina-4407.html
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